Sigmund Freud
XXV EL CHISTE Y SU RELACIÓN CON LO INCONSCIENTE
(*)
1905
A). PARTE ANALÍTICA
1. -Introducción
(1)
TODO aquel que haya buceado en las obras de Estética y de Psicología a la rebusca
de una aclaración sobre la esencia y las relaciones del chiste, habrá de confesar que la
investigación filosófica no ha concedido al mismo hasta el momento toda aquella atención
a que se hace acreedor por el importante papel que en nuestra vida anímica desempeña.
Sólo una escasísima minoría de pensadores se ha ocupado seriamente de los problemas que
a él se refieren. Cierto es que entre los investigadores del chiste hallamos los brillantes
nombres del poeta Jean Paul (Richter) y de los filósofos Th. Vischer, Kuno Fischer y Th.
Lipps; mas también todos estos autores relegan a un segundo término el tema del chiste y
dirigen su interés principal a la investigación del problema de lo cómico, más amplio y
atractivo.
La literatura existente sobre esta materia nos produce al principio la impresión de
que no es posible tratar del chiste sino en conexión con el tema de lo cómico.
Según Th. Lipps (Komik und Humor 1898), el chiste es «la comicidad
privativamente subjetiva»; esto es, aquella comicidad «que nosotros hacemos surgir, que
reside en nuestros actos como tales, y con respecto a la cual nuestra posición es la del sujeto
que se halla por encima de ella y nunca la de objeto, ni siquiera voluntario» (pág. 80).La
siguiente observación aclara un tanto estos conceptos; se denomina chiste «todo aquello
que hábil y conscientemente hace surgir la comicidad, sea de la idea o de la situación» (pág.
78).
K. Fischer explica la relación del chiste con lo cómico por medio de la caricatura, a
la que sitúa entre ambos (Über den Witz, 1889). Lo feo, en cualquiera de sus
manifestaciones, es objeto de la comicidad.«Dondequiera que se halle escondido, es
descubierto a la luz de la observación cómica, y cuando no es visible o lo es apenas, queda
forzado a manifestarse o precisarse, hasta surgir clara y francamente a la luz del día… De
este modo nace la caricatura» (pág. 45). «No todo nuestro mundo espiritual, el reino
intelectual de nuestros pensamientos y representaciones, se desarrolla ante la mirada de la
observación exterior ni se deja representar inmediatamente de una manera plástica y
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visible. También él contiene sus estancamientos, fallos y defectos, así como un rico acervo
de ridículo y de contrastes cómicos. Para hacer resaltar todo esto y someterlo a la
observación estética será necesaria una fuerza que sea capaz no sólo de representar
inmediatamente objetos, sino también de arrojar luz sobre tales representaciones,
precisándolas; esto es, una fuerza que ilumine y aclare las ideas. Tal fuerza es únicamente
el juicio. El juicio generador del contraste cómico es el chiste, que ha intervenido ya
calladamente en la caricatura, pero que sólo en el juicio alcanza su forma característica y un
libre campo en que desarrollarse» (pág. 49).
Como puede verse, para Lipps es la actividad, la conducta activa del sujeto, el
carácter que distingue al chiste dentro de lo cómico, mientras que Fischer caracteriza el
chiste por la relación a su objeto, debiendo considerarse como tal todo lo feo que en nuestro
mundo intelectual se oculta. La verdad de estas definiciones escapa a toda comprobación, y
ellas mismas resultan casi ininteligibles, considerándolas, como aquí lo hacemos, aisladas
del contexto al que pertenecen. Será, pues, preciso estudiar en su totalidad la exposición
que de lo cómico hacen estos autores para hallar en ella lo referente al chiste. No obstante,
podrá observarse que en determinados lugares de su obra saben también estos
investigadores indicar caracteres generales y esenciales del chiste, sin tener para nada en
cuenta su relación con lo cómico.
Entre todos los intentos que K. Fischer hace de fijar el concepto del chiste, el que
más le satisface es el siguiente: «El chiste es un juicio juguetón» (pág. 51). Para explicar
esta definición nos recuerda el autor su teoría de que «la libertad estética consiste en la
observación juguetona de las cosas» (pág. 50). En otro lugar (pág. 20) caracteriza Fischer
la conducta estética ante un objeto por la condición de que no demandamos nada de él; no
le pedimos, sobre todo, una satisfacción de nuestras necesidades, sino que nos contentamos
con el goce que nos proporciona su contemplación. En oposición al trabajo, la conducta
estética no es sino un juego. «Podría ser que de la libertad estética surgiese un juicio de
peculiar naturaleza, desligado de las generales condiciones de limitación y orientación, al
que por su origen llamaremos `juicio juguetón'». En este concepto se hallaría contenida la
condición primera para la solución de nuestro problema, o quizá dicha solución misma. «La
libertad produce el chiste, y el chiste es un simple juego con ideas» (pág. 24).
Se ha definido con preferencia el chiste diciendo que es la habilidad de hallar
analogías entre lo desparejo; esto es, analogías ocultas. Juan Pablo expresó chistosamente
este mismo pensamiento: «El chiste -escribe- es el cura disfrazado que desposa a toda
pareja», frase que continuó Th. Vischer, añadiendo: «Y con preferencia a aquellas cuyo
matrimonio no quieren tolerar sus familias». Mas al mismo tiempo objeta Vischer que
existen chistes en los que no aparece la menor huella de comparación, o sea de hallazgo de
una analogía. Por tanto, define el chiste, separándose de la teoría de Juan Pablo, como la
habilidad de ligar con sorprendente rapidez, y formando una unidad, varias
representaciones, que por su valor intrínseco y por el nexo a que pertenecen son totalmente
extrañas unas a otras. K. Fischer observa que en una gran cantidad de juicios curiosos no
hallamos analogías, sino, por el contrario, diferencias, y Lipps, a su vez, hace resaltar el
hecho de que todas estas definiciones se refieren a la cualidad propia del sujeto chistoso;
pero no al chiste mismo, fruto de dicha cualidad.
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Otros puntos de vista, relacionados entre sí en cierto sentido, y que han sido
adoptados en la definición o descripción del chiste, son los del contraste de
representaciones, del «sentido en lo desatinado» y del «desconcierto y esclarecimiento».
Varias definiciones establecen como factor principal el contraste de
representaciones. Así, Kraepelin considera el chiste como la «caprichosa conexión o
ligadura, conseguida generalmente por asociación verbal, de dos representaciones que
contrastan entre sí de un modo cualquiera». Para un crítico como Lipps no resulta nada
difícil demostrar la grave insuficiencia de tal fórmula; pero tampoco él excluye el factor
contraste, sino que se limita a situarlo, por desplazamiento, en un lugar distinto. «El
contraste continúa existiendo; pero no es un contraste determinado de las representaciones
ligadas por medio de la expresión oral, sino contraste o contradicción de la significación y
falta de significación de las palabras» (pág. 87). Con varios ejemplos aclara Lipps el
sentido de la última parte de su definición: «Nace un contraste cuando concedemos… a sus
palabras un significado que, sin embargo, vemos que es imposible concederles».
En el desarrollo de está última determinante aparece la antítesis de «sentido y
desatino». Lo que en un momento hemos aceptado como sensato se nos muestra
inmediatamente falto de todo sentido. Tal es la esencia, en este caso, del proceso cómico
(págs. 85 y siguientes). «Un dicho nos parece chistoso cuando le atribuimos una
significación con necesidad psicológica y en el acto de atribuírsela tenemos que negársela.
El concepto de tal significación puede fijarse de diversos modos. Prestamos a un dicho un
sentido y sabemos que lógicamente no puede corresponderle. Encontramos en él una
verdad, que luego, ciñéndonos a las leyes de la experiencia o a los hábitos generales de
nuestro pensamiento, nos es imposible reconocer en él. Le concedemos una consecuencia
lógica o práctica que sobrepasa su verdadero contenido, y negamos enseguida tal
consecuencia en cuanto examinamos la constitución del dicho en sí. El proceso psicológico
que el dicho chistoso provoca en nosotros y en el que reposa el sentimiento de la comicidad
consiste siempre en el inmediato paso de los actos de prestar un sentido, tener por
verdadero o conceder una consecuencia a la consciencia o impresión de una relativa
nulidad».
A pesar de lo penetrante de este análisis cabe preguntar si la contraposición de lo
significativo y lo falto de sentido, en la que reposa el sentimiento de la comicidad, puede
contribuir en algo a la fijación del concepto del chiste en tanto en cuanto este último se
halla diferenciado de lo cómico.
También el factor «desconcierto y esclarecimiento» nos hace penetrar
profundamente en la relación del chiste con la comicidad. Kant dice que constituye una
singular cualidad de lo cómico el no podernos engañar más que por un instante. Heymans
(Zeitschr. für Psychologie, XI, 1896) expone cómo el efecto de un chiste es producido por
la sucesión de desconcierto y esclarecimiento y explica su teoría analizando un excelente
chiste que Heine pone en boca de uno de sus personajes, el agente de lotería Hirsch-
Hyacinth, pobre diablo que se vanagloria de que el poderoso barón de Rotschild, al que ha
tenido que visitar, le ha acogido como a un igual y le ha tratado muy famillionarmente. En
este chiste nos aparece al principio la palabra que lo constituye simplemente como una
defectuosa composición verbal, incomprensible y misteriosa. Nuestra primera impresión es,
pues, la de desconcierto. La comicidad resultaría del término puesto a la singular formación
verbal. Lipps añade que a este primer estadio del esclarecimiento, en el que comprendemos
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la doble significación de la palabra, sigue otro, en el que vemos que la palabra falta de
sentido nos ha asombrado primero y revelado luego su justa significación. Este segundo
esclarecimiento, la comprensión de que todo el proceso ha sido debido a un término que en
el uso corriente del idioma carece de todo sentido, es lo que hace nacer la comicidad (pág.
95).
Sea cualquiera de estas dos teorías la que nos parezca más luminosa, el caso es que
el punto de vista del «desconcierto y esclarecimiento» nos proporciona una determinada
orientación. Si el efecto cómico del chiste de Heine, antes expuesto, reposa en la solución
de la palabra aparentemente falta de sentido, quizá debe buscarse el «chiste» en la
formación de tal palabra y en el carácter que presenta.
Fuera de toda conexión con los puntos de vista antes consignados, aparece otra
singularidad del chiste que es considerada como esencial por todos los autores. «La
brevedad es el cuerpo y el espíritu de todo chiste, y hasta podríamos decir que es lo que
precisamente lo constituye», escribe Juan Pablo (Vorschule der Ästhetik, I, § 45), frase que
no es sino una modificación de la que Shakespeare pone en boca del charlatán Polonio
(Hamlet, acto II, esc. II): «Como la brevedad es el alma del ingenio, y la prolijidad, su
cuerpo y ornato exterior, he de ser muy breve».
Muy importante es la descripción que de la brevedad del chiste hace Lipps (pág.
10): «El chiste dice lo que ha de decir; no siempre en pocas palabras, pero sí en menos de
las necesarias; esto es, en palabras que conforme a una estricta lógica o a la corriente
manera de pensar y expresarse no son las suficientes. Por último, puede también decir todo
lo que se propone silenciándolo totalmente».
Ya en la yuxtaposición del chiste y la caricatura se nos hizo ver «que el chiste tiene
que hacer surgir algo oculto o escondido» (K. Fischer, pág. 51). Hago resaltar aquí
nuevamente esta determinante por referirse más a la esencia del chiste que a su pertenencia
a la comicidad.
(2)
Sé muy bien que con las fragmentarias citas anteriores, extraídas de los trabajos de
investigación del chiste, no se puede dar una idea de la importancia de los mismos ni de los
altos merecimientos de sus autores. A consecuencia de las dificultades que se oponen a una
exposición, libre de erróneas interpretaciones, de pensamientos tan complicados y sutiles,
no puedo ahorrar a aquellos que quieran conocerlos a fondo el trabajo de documentarse en
las fuentes originales. Mas tampoco me es posible asegurarles que hallarán en ellas una
total satisfacción de su curiosidad. Las cualidades y caracteres que al chiste atribuyen los
autores antes citados -la actividad, la relación con el contenido de nuestro pensamiento, el
carácter de juicio juguetón, el apareamiento de lo heterogéneo, el contraste de
representaciones, el «sentido en lo desatinado», la sucesión de asombro y esclarecimiento,
el descubrimiento de lo escondido y la peculiar brevedad del chiste- nos parecen a primera
vista tan verdaderos y tan fácilmente demostrables por medio del examen de ejemplos, que
no corremos peligro de negar la estimación debida a tales concepciones; pero son éstas
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disjecta membra las que desearíamos ver reunidas en una totalidad orgánica. No aportan, en
realidad, más material para el conocimiento del chiste que lo que aportaría una serie de
anécdotas a la característica de una personalidad cuya biografía quisiéramos conocer.
Fáltanos totalmente el conocimiento de la natural conexión de las determinantes
aisladas y de la relación que la brevedad del chiste pueda tener con su carácter de juicio
juguetón. Tampoco sabemos si el chiste debe, para serlo realmente, llenar todas las
condiciones expuestas o sólo algunas de ellas, y en este caso cuáles son las imprescindibles
y cuáles las que pueden ser sustituidas por otras. Desearíamos, por último, obtener una
agrupación y una división de los chistes en función de las cualidades señaladas. La
clasificación hecha hasta ahora se basa, por un lado, en lo medios técnicos, y por otro, en el
empleo del chiste en el discurso oral (chiste por efecto del sonido, juego de palabras, chiste
caricaturizante, chiste caracterizante, satisfacción chistosa).
No nos costaría, pues, trabajo alguno indicar sus fines a una más amplia
investigación del chiste. Para poder esperar algún éxito tendríamos que introducir nuevos
puntos de vista en nuestra labor o intentar adentrarnos más en la materia intensificando
nuestra atención y agudizando nuestro interés. Podemos, por lo menos, proponernos no
desaprovechar este último medio. Es singular la escasísima cantidad de ejemplos
reconocidamente chistosos que los investigadores han considerado suficientes para su
labor, y es asimismo un poco extraño que todos hayan tomado como base de su trabajo los
mismos chistes utilizados por sus antecesores. No queremos nosotros tampoco sustraernos
a la obligación de analizar los mismos ejemplos de que se han servido los clásicos de la
investigación de estos problemas, pero sí nos proponemos aportar, además, nuevo material
para conseguir una más amplia base en que fundamentar nuestras conclusiones.
Naturalmente, tomaremos como objeto de nuestra investigación aquellos chistes que nos
han hecho mayor impresión y provocado más intensamente nuestra hilaridad.
No creo pueda dudarse de que el tema del chiste sea merecedor de tales esfuerzos.
Prescindiendo de los motivos personales que me impulsan a investigar el problema del
chiste y que ya se irán revelando en el curso de este estudio, puedo alegar el hecho
innegable de la íntima conexión de todos los sucesos anímicos, conexión merced a la cual
un descubrimiento realizado en un dominio psíquico cualquiera adquiere, con relación a
otro diferente dominio, un valor extraordinariamente mayor que el que en un principio nos
pareció poseer aplicado al lugar en que se nos reveló. Débese también tener en cuenta el
singular y casi fascinador encanto que el chiste posee en nuestra sociedad. Un nuevo chiste
se considera casi como un acontecimiento de interés general y pasa de boca en boca como
la noticia de una recientísima victoria. Hasta importantes personalidades que juzgan digno
de comunicar a los demás cómo han llegado a ser lo que son, qué ciudades y países han
visto y con qué otros hombres de relieve han tratado, no desdeñan tampoco acoger en su
biografía tales o cuáles excelentes chistes que han oído.
«Sigmund Freud: Obras Completas», en «Freud total» 1.0 (versión electrónica)
2. -La técnica del chiste
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(1)
ESCOJAMOS el primer chiste que el azar hizo acudir a nuestra pluma al escribir el
capítulo anterior.
En el fragmento de los Reisebilder titulado «Los baños de Lucas» nos presenta
Heine la regocijante figura de Hirsch-Hyacinth, agente de lotería y extractador de granos,
que, vanagloriándose de sus relaciones con el opulento barón de Rotschild, exclama: «Tan
cierto como que de Dios proviene todo lo bueno, señor doctor, es que una vez me hallaba
yo sentado junto a Salomón Rotschild y que me trató como a un igual suyo, muy
«famillionarmente» (familionär)».
Este excelente chiste ha sido utilizado como ejemplo por Heyman y Lipps para
explicar el efecto cómico del chiste en función del proceso de «desconcierto y
aclaramiento». Mas dejemos por ahora esta cuestión para plantearnos la de qué es lo que
hace que el dicho de Hirsch-Hyacinth constituya un chiste. Pueden suceder dos cosas: o es
el pensamiento expresado en la frase lo que lleva en sí el carácter chistoso, o el chiste es
privativo de la expresión que el pensamiento ha hallado en la frase. Tratemos, pues, de
perseguir el carácter chistoso y descubrir en qué lugar se oculta.
Un pensamiento puede ser expresado por medio de diferente formas verbales -o
palabras- que todas ellas lo reproducen con igual fidelidad. En la frase de Hirsch-Hyacinth
tenemos una determinada expresión de un pensamiento, expresión que sospechamos es un
tanto singular y desde luego no la más fácilmente comprensible. Intentemos expresar con la
mayor fidelidad el mismo pensamiento en palabras distintas. Esta labor ya ha sido llevada a
cabo por Lipps de manera de explicar hasta cierto punto la idea de Heine. «Comprendemos
-escribe Lipps- que Heine quiere decir que la acogida de Rotschild a Hirsch-Hyacinth fue
harto familiar; esto es, de aquella naturaleza poco corriente en los millonarios» (pág. 7). No
alteraremos en nada este sentido, dando al pensamiento otra forma que quizá se adapta más
a la frase de Hirsch-Hyacinth. «Rotschild me trató como a su igual, muy familiarmente,
aunque claro es que sólo en la medida en que esto es posible a un millonario». «La
benevolencia de un rico es siempre algo dudosa para aquel que es objeto de ella»,
añadiríamos nosotros.
Con cualquiera de estas dos versiones del mismo pensamiento que demos por buena
vemos que la interrogación que nos planteamos ha quedado resuelta. El carácter chistoso no
pertenece en este ejemplo al pensamiento. Lo que Heine pone en labios de Hirsch-Hyacinth
es una justa y penetrante observación, que entraña una innegable amargura y nos parece
muy comprensible en un pobre diablo que se encuentre ante la enorme fortuna de un
plutócrata, pero que nunca nos atreveríamos a calificar de chistosa. Si alguien, no pudiendo
olvidar la forma original de la frase, insistiera en que el pensamiento en sí era también
chistoso, no habría más que hacerle ver que si la frase de Hirsch-Hyacinth nos hacía reír, en
cambio la fidelísima versión del mismo pensamiento hecha por Lipps o la que nosotros
hemos después efectuado pueden movernos a reflexionar, pero nunca excitar nuestra
hilaridad.
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Mas si el carácter chistoso de nuestro ejemplo no se esconde en el pensamiento,
tendremos que buscarlo en la forma de la expresión verbal. Examinando la singularidad de
dicha expresión, descubrimos en seguida lo que podemos considerar como técnica verbal o
expresiva de este chiste, la cual tiene que hallarse en íntima relación con la esencia del
mismo, dado que todo su carácter y el efecto que produce desaparecen en cuanto se lleva a
cabo su sustitución. Concediendo un tan importante valor a la forma verbal del chiste, nos
hallamos de perfecto acuerdo con los que en la investigación de esta materia nos han
precedido. Así, dice K. Fischer (pág. 72): «En principio, es simplemente la forma lo que
convierte al juicio en chiste». Recordamos aquí una frase de Juan Pablo en la que se expone
y demuestra esta naturaleza del chiste: «Hasta tal punto vence simplemente la colocación,
sea de los ejércitos, sea de las frases».
¿En qué consiste, pues, la «técnica» de este chiste? ¿Por qué proceso ha pasado el
pensamiento descubierto por nuestra interpretación hasta convertirse en un chiste que nos
mueve a risa? Comparando nuestra interpretación con la forma en que el poeta ha encerrado
tal pensamiento, hallamos una doble elaboración. En primer lugar, ha tenido efecto una
abreviación. Para expresar totalmente el pensamiento contenido en el chiste teníamos que
añadir a la frase «R. me trató como a un igual, muy familiarmente» en segunda proposición,
«hasta el punto en que ello es posible a un millonario», y hecho esto, sentimos todavía la
necesidad de otra sentencia aclaratoria. El poeta expresa el mismo pensamiento con mucha
brevedad:
«R. me trató como a un igual, muy famillionarmente (famillionär)». La limitación
que la segunda frase impone a la primera, en la que señala lo familiar del trato, desaparece
en el chiste.
Mas no queda excluida sin dejar un sustitutivo por el que no es posible reconstruirla.
Ha tenido lugar una segunda modificación. La palabra familiarmente (familiär), que
aparece en la interpretación no chistosa del pensamiento, se muestra en el chiste
transformada en famillionarmente. Sin duda alguna es en esta nueva forma verbal donde
reside el carácter chistoso y el efecto hilarante del chiste. La palabra así formada coincide
en sus comienzos con la palabra «familiarmente» (familiär), que aparece en la primera
frase, y luego con la palabra «millonario» (millionär), que forma parte de la segunda;
representa así a esta última y nos permite adivinar su texto, omitido en el chiste. Es, pues, la
nueva palabra una formación mixta de los dos componentes «familiarmente» y
«millonario» y podemos representar gráficamente su génesis en la forma que sigue:
F A M I L I Ä R
M I L I O N Ä R
-----------------------------
F A M I L I O N Ä R
El proceso que ha convertido en chiste el pensamiento podemos también
representarlo en una forma que, aunque al principio parece un tanto fantástica, reproduce
exactamente el resultado real:
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«R. me trató muy familiarmente (familiär), aunque claro es que sólo en la medida en
que esto es posible a un
millonario (millionär).»
Imagínese ahora una fuerza compresora que actuara sobre esta frase y supóngase
que por cualquier razón sea su segundo trozo el que menos resistencia puede oponer a dicha
fuerza. Tal segundo trozo se vería entonces forzado a desaparecer, y su más valioso
componente, la palabra «millonario» (millonär), único que presentaría una mayor
resistencia, quedaría incorporado a la primera parte de la frase por su fusión con la palabra
«familiarmente» (familiär), análoga a él. Precisamente esta casual posibilidad de salvar lo
más importante del segundo trozo de la frase favorece la desaparición de los restantes
elementos menos valiosos. De este modo nace entonces el chiste:
R. me trató muy familiarmente
(famili on är)
| |
( mili) (är)
Aparte de esta fuerza compresiva, que nos es desconocida, podemos describir en
este caso el proceso de la formación del chiste, o sea la técnica del mismo, como una
condenación con formación de sustitutivo. Esta formación consistiría en nuestro ejemplo,
en la constitución de una palabra mixta -«FAMILLIONÄR»- incomprensible en sí, pero
cuyo sentido nos es descubierto en el acto por el contexto en el que se halla incluida. Esta
palabra mixta es la que entraña el efecto hilarante del chiste, efecto de cuyo mecanismo
nada hemos logrado averiguar con el descubrimiento de la técnica. ¿Hasta qué punto puede
regocijarnos y forzarnos a reír un proceso de condensación verbal acompañado de una
formación sustitutiva? Éste es otro problema muy distinto y del que no podemos ocuparnos
hasta hallar un camino por el que aproximarnos a él. Permaneceremos, pues, por ahora en
lo que respecta a la técnica del chiste.
Nuestra esperanza de que la técnica del chiste no podía por menos de revelarnos la
íntima esencia del mismo nos mueve, ante todo, a investigar la existencia de otros chistes
de formación semejante a la del anteriormente examinado. En realidad, no existen muchos
chistes de este tipo, mas sí los suficientes para formar un pequeño grupo caracterizado por
la formación de una palabra mixta. El mismo Heine, copiándose a sí mismo, ha utilizado
por segunda vez la palabra «millonario» (millionär) para hacer otro chiste. Habla, en efecto,
en uno de sus libros (Idem, cap. XIV) de un «MILLIONÄR», transparente condensación de
las palabras «millonario» (millionär) y «loco» (Narr), que expresa, como en el primer
ejemplo, un oculto pensamiento accesorio.
Expondré aquí otros ejemplos del mismo tipo que hasta mí han llegado. Existe una
fuente (`Brunnen') en Berlín cuya construcción produjo mucho descontento hacia el
burgomaestre Forckenbeck. Los berlineses la llaman la Forckenbecken, dando un efecto
chistoso, aunque para ellos fue necesario reemplazar la palabra Brunnen por un equivalente
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en desuso Becken, a objeto de combinarlo en una totalidad con el nombre del
burgomaestro. La malicia europea transformó en «CLEOPOLDO» el verdadero nombre -
Leopoldo- de un alto personaje, de quien se murmuraba mantenía íntimas relaciones con
una bella dama llamado Cleo. De este modo, el rendimiento de un sencillo proceso de
condensación en el que no entraba en juego sino una sola letra, conservaba siempre viva
una maligna alusión. Los nombres propios caen con especial facilidad bajo este proceso de
la técnica del chiste. En Viena existían dos hermanos, Salinger de apellido, uno de los
cuales era corredor de Bolsa (Börsensensal). Esta circunstancia dio pie para que a este
último se le conociera con el nombre de Sensalinger (condensación de Sensal, corredor, y
Salinger, su apellido) y a su hermano con el menos agradable de Scheusalinger
(condensación de Scheusal, espantajo, y el apellido común). La ocurrencia es fácil e
ingeniosa, aunque ignoro si estaría justificada. Mas el chiste no suele preocuparse mucho
de tales justificaciones.
Me contaron la siguiente condensación chistosa. Un hombre joven que había
llevado hasta el momento una vida por demás placentera en el extranjero, después de una
prolongada ausencia efectúa una visita a un amigo en esta ciudad. El último se sorprende de
verle un Ehering (anillo de esponsales) en la mano de su visitante, y le pregunta si se ha
casado. A lo que responde que sí `Trauring pero cierto'. El chiste es excelente. La palabra
Trauring combina ambos elementos: Ehering cambiada a Trauring junto a la frase trauring,
aber wahr (`triste pero cierto'). Aquí se emplea una palabra que coincide totalmente con uno
de los dos elementos y no una palabra ininteligible como en famillionär.
En una conversación proporcioné yo mismo, involuntariamente, el material para la
formación de un chiste por completo análogo al primero que de Heine hemos reproducido.
Relataba yo a una señora los grandes merecimientos de un investigador cuyo valor creía yo
injustamente desconocido por sus contemporáneos. «Pero ese hombre merece un
monumento», me replicó la señora. «Y es muy probable que alguna vez lo tenga -repuse
yo-, pero, momentáneamente, su éxito es bien escaso». «Monumento» y «momentáneo»
son dos conceptos opuestos. Mi interlocutora los reunió en su respuesta, diciendo:
«Entonces le desearemos un éxito monumentáneo».
En un excelente trabajo inglés sobre este mismo tema (A. A. Brill, Freud's Theory
of wit, en Journal of abnormal Psychologie, 1911) se incluyen algunos ejemplos en idiomas
diferentes del alemán, que muestran todos el mismo mecanismo de condensación que el
chiste de Heine.
El escritor inglés De Quincey -relata Brill- escribe en una ocasión que los ancianos
suelen caer con frecuencia en el anecdotage. Esta palabra es una formación mixta de otras
dos, coincidentes en parte:
anecdote y
dotage (charla pueril).
En una historieta anónima halló Brill calificadas las Navidades como the
alcoholidays, igual fusión de:
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alcohol y
holidays (días festivos).
Hablando Sainte-Beuve de la famosa novela de Flaubert Salambô, cuya acción se
desarrolla en la antigua Cartago, la califica irónicamente de Carthaginoiserie, aludiendo a la
paciente minuciosidad con que el autor se esfuerza en reproducir el ambiente y costumbres
del antiguo pueblo africano:
Carthaginois
chinoiserie.
El mejor chiste de este tipo se debe a una de las personalidades austríacas de mayor
relieve, que después de una importante actividad científica y pública ocupa actualmente
uno de los más altos puestos del Estado. He de tomarme la libertad de utilizar para estas
investigaciones los chistes atribuidos a esta personalidad y que, en efecto, llevan todos un
mismo inconfundible sello. Sírvame de justificación el hecho de que difícilmente hubiera
podido hallar mejor material.
Se hablaba un día, delante de esta persona, de un escritor al que se conocía por una
aburrida serie de artículos, publicados en un diario vienés sobre insignificantes episodios de
las relaciones políticas y guerreras entre Napoleón I y el de Austria. El autor de estos
artículos ostenta una abundante cabellera de un espléndido color rojo. Al oír su nombre
exclamó el señor N.: ¿No es ése el rojo Fadian que se extiende por toda la historia de los
Napoleónidas?
Para hallar la técnica de este chiste le someteremos a aquel método de reducción
que hace desaparecer su carácter chistoso, variando su forma expresiva, y restaura, en
cambio, su primitivo sentido, fácilmente adivinable en todo buen chiste. El presente
ejemplo ha surgido de dos componentes: un juicio adverso al escritor en cuestión y una
reminiscencia de la famosa comparación con que Goethe encabeza, en Las afinidades
electivas, los extractos del «Diario de Otilia». La adversa crítica podría expresarse en la
forma siguiente: «¡De modo que es éste el sujeto que no sabe escribir una y otra vez más
que aburridos folletones sobre Napoleón en Austria!» Esta manifestación no tiene nada de
chistoso. Tampoco puede movernos a risa la bella comparación de Goethe. Sólo cuando
ambos conceptos son puestos en relación y sometidos a un singular proceso de
condensación y fusión es cuando surge un chiste, excelente por cierto. La conexión entre el
adverso juicio sobre el tedioso historiador y la bella metáfora goethiana se ha constituido
aquí, por razones que aún no me es dado hacer comprensibles, de un modo harto menos
sencillo que en otros casos análogos. Intentaré, por lo menos, sustituir el probable proceso
de génesis de este chiste por la construcción siguiente: en primer lugar, la circunstancia del
constante retorno del mismo tema en los artículos del insulso escritor debió despertar en N.
una ligera reminiscencia de la conocida comparación goethiana de Las afinidades electivas,
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comparación que es erróneamente citada casi siempre con las palabras «se extiende como
un rojo hilo». El «rojo hilo» de la comparación ejerció una acción modificadora sobre la
expresión de la primera frase merced a la circunstancia casual de ser también rojo; esto es,
poseer rojos cabellos el escritor criticado. Llegado el proceso a este punto, la expresión del
pensamiento sería quizá la siguiente: De modo que ese individuo rojo es el que escribe unos
artículos tan aburridos sobre Napoleón. Entra ahora en juego el proceso que condensó en
uno ambos trozos. Bajo la presión de este proceso, que encuentra su primer punto de apoyo
en la igualdad proporcionada por el elemento «rojo», se asimiló «aburrido» (langweilig) a
«hilo» (Faden), transformándose en un sinónimo fad[e] (aburrido, insulso), y entonces
pudieron ya fundirse ambos elementos para constituir la expresión verbal del chiste, en la
que esta vez tiene mayor importancia la cita goethiana que el juicio despectivo, el cual
seguramente fue el primero en surgir aisladamente en el pensamiento de N.
«De modo que ese rojo sujeto quien escribe los `fade' artículos sobre N(apoleón).
El...............................rojo.........`Faden' (hilo) que se extiende por todo.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
¿No es ése el rojo Fadian que se extiende por toda la historia de los
N(apoleónidas)?
Más adelante, cuando nos sea posible analizar este chiste desde otros puntos de vista
distintos de los puramente formales, justificaremos esa representación gráfica y, al mismo
tiempo, la someteremos a una necesaria rectificación. Lo que en ella pudiera ser objeto de
duda, el hecho de haber tenido lugar una condensación, aparece con evidencia innegable. El
resultado de la condensación es nuevamente, por un lado, una considerable abreviación y,
por otro, en lugar de una singular formación verbal mixta, más bien infiltración de los
elementos constitutivos de ambos componentes. La expresión roter Fadian sería siempre
viable por sí misma con una calificación peyorativa: mas en nuestro caso es, con seguridad,
el producto de una condensación.
Si al llegar a este punto se sintiera el lector disgustado ante nuestra manera de
enfocar esta cuestión, que amenaza destruir el placer que en el chiste pudiera hallar, sin
explicarle, en cambio, ni siquiera la fuente de que dicho placer mana, yo le ruego reprima
su impaciencia. Nos hallamos ahora ante el problema de la técnica del chiste, cuya
investigación nos promete, cuando lleguemos a profundizar suficientemente, interesantes
descubrimientos.
Por el análisis del último ejemplo nos hallamos preparados a hallar, cuando en otros
casos encontremos de nuevo un proceso de condensación, la sustitución de lo suprimido no
sólo en una formación verbal mixta, sino también en una distinta modificación de la
expresión. Los siguientes chistes, debidos asimismo al fértil ingenio del señor N., nos
indicarán en qué consiste este distinto sustitutivo:
«Sí; he viajado con él TÊTE-À-BÊTE.» Nada más fácil que reducir este chiste. Su
significado tiene que ser: «He viajado tête-à-tête con X., y X. es un animal.»
Ninguna de las dos frases es chistosa. Reduciéndolas a una sola: «He viajado tête-àtête
con el animal de X.», tampoco encontramos en ella nada que nos mueva a risa. El
chiste se constituye en el momento en que se hace desaparecer la palabra «animal», y para
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sustituirla se cambia por una B la T de la segunda tête, modificación pequeñísima, pero
suficiente para que vuelva a surgir el concepto «animal», antes desaparecido. La técnica de
este grupo de chistes puede describirse como condensación con ligera modificación, y
sospechamos que el chiste será tanto mejor cuanto más pequeña sea la modificación
sustitutiva.
Análoga, aunque no exenta de complicación, es la técnica de otro chiste. Hablando
de una persona que al lado de excelentes cualidades presentaba grandes defectos, dice N.:
«Sí, la vanidad es uno de sus CUATRO TALONES DE AQUILES». La pequeña
modificación consiste aquí en suponer que la persona a la que el chiste se refiere posee
cuatro talones, o sea cuatro pies, como los animales. Así, pues, las dos ideas condensadas
en el chiste serían:
«X. es un hombre de sobresalientes cualidades, fuera de su extremada vanidad; pero
no obstante, no es una persona que me sea grata, pues me parece un animal».
Muy semejante, pero mucho más sencillo, es otro chiste in statu nascendi del que fui
testigo en un pequeño círculo familiar, al que pertenecían dos hermanos, uno de los cuales
era considerado como modelo de aplicación en sus estudios, mientras que el otro no pasaba
de ser un medianísimo escolar. En una ocasión, el buen estudiante sufrió un fracaso en sus
exámenes, y su madre, hablando del suceso, expresó su preocupación de que constituyera el
comienzo de una regresión en las buenas cualidades de su hijo. El hermano holgazán, que
hasta aquel momento había permanecido oscurecido por el buen estudiante, acogió con
placer aquella excelente ocasión de tomar su desquite, y exclamó: «Sí; Carlos va ahora
hacia atrás sobre sus cuatro pies.»
La modificación consiste aquí en un pequeño agregado a la afirmación de que
también, a su juicio, retrocede el hermano abandonando el buen camino. Mas esta
modificación aparece como el sustitutivo de una apasionada defensa de la propia causa:
«No creáis que él es más inteligente que yo porque obtiene éxitos en la escuela. No es más
que un animal; esto es, más estúpido aún que yo».
Otro chiste muy conocido de N. nos da un bello ejemplo de condensación con ligera
modificación. Hablando de una personalidad política, dijo: «Este hombre tiene UN GRAN
PORVENIR DETRÁS DE ÉL.» Tratábase de un joven que por su apellido, educación y
cualidades personales pareció durante algún tiempo llamado a llegar a la jefatura de un gran
partido político y con ella al Gobierno de la nación. Mas las circunstancias cambiaron de
repente y el partido de referencia se vio imposibilitado de llegar al poder, siendo
sospechable que el hombre predestinado a asumir su jefatura no llegue ya a los altos
puestos que se creía. La más breve interpretación deducida de este chiste sería: «Ese
hombre ha tenido ante sí un gran porvenir, pero ahora ya no lo tiene». En lugar de «ha
tenido» y de la frase final, aparece en la frase principal la modificación de sustituir el «ante
sí» por su contrario «detrás de él».
De una modificación casi idéntica se sirvió N. en otra de sus ocurrencias. Había sido
nombrado ministro de Agricultura un caballero al que no se reconocía otro mérito para
ocupar dicho puesto que el de explotar personalmente sus propiedades agrícolas. La
opinión pública pudo comprobar, durante su gestión ministerial, que se trataba del más
inepto de cuantos ministros habían desempeñado aquella cartera. Cuando dimitió y volvió a
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sus ocupaciones agrícolas particulares, comentó N.: «Como Cincinato, ha vuelto a su
puesto ANTE el arado».
El ilustre romano, al que se apartó de sus faenas agrícolas para conferirle la
investidura de dictador, volvió, al abandonar la vida pública, a su puesto detrás del arado.
Delante del mismo no han ido nunca, ni en la época romana ni en la actual, más que los
bueyes.
Otro caso de condensación con modificación es un chiste de Karl Kraus que,
refiriéndose a un periodista de ínfima categoría, dedicado al chantaje, dijo que había salido
para los Balcanes en el Orienterpreßzug, formación verbal producto de la condensación de
dos palabras: Orientexpreßzug (tren expreso del Oriente) y Erpressung (chantaje).
Podríamos aumentar grandemente la colección de ejemplos de esta clase; mas creo
que con los expuestos quedan suficientemente aclarados los caracteres de la técnica del
chiste -condensación con modificaciones- en este segundo grupo. Comparándolo ahora con
el primero, cuya técnica consistía en la condensación con formación de una expresión
verbal mixta, vemos con toda claridad que sus diferencias no son esenciales y la transición
de uno a otro se efectúa sin violencia alguna. Tanto la formación verbal mixta como la
modificación se subordinan al concepto de la formación de sustitutivos, y si queremos
podemos describir la formación de palabra mixta también con modificación de la palabra
fundamental por el segundo elemento.