Resumen argumental.
Alfie es
un hombre que se acuesta con muchas mujeres por noche, trabaja manejando limusinas y esa pareciera ser toda su vida. Una de
aquellas mujeres es Julie a quien el protagonista considera como "cuasi-novia". Por otro lado, conocemos a Lonette, quien
parece no despertar el interés de Alfie y vemos cómo el protagonista concurre al bar donde ella trabaja con el fin de convencerla
para que vuelva con Marlon, su mejor amigo, el cual se encuentra muy enamorado de ella. Sin embargo, luego de haber bebido
algunas copas, Alfie y Lonette tienen relaciones sexuales, cosa que trae como consecuencia el embarazo de la mujer, el posterior
aborto y la mudanza a otra ciudad *** de Lonette y Marlon, quien no se entera de lo ocurrido. Posteriormente al encuentro
con Lonette, Alfie visita a Julie quien había descubierto que no era la única mujer en su vida y decide dejarlo. Alfie continúa
con su estilo de vida pero, a la hora de tener relaciones sexuales, fracasa con cada una de ellas, ya que no le es posible
llegar a una erección. Frente a esta situación, decide consultar al médico quien le ordena realizarse estudios. Mientras el
protagonista espera los resultados, promete a los espectadores que cambiará su vida, si aquellos dieran negativo; y así es
efectivamente, Alfie comienza a comer sano y, al conocer a Liz, parece interesarse por mujeres de "otro calibre", tal como
el mismo las define. Luego, vemos a Alfie manejando la limusina, pensando en que se encuentra completamente solo, que es Navidad
y que no tiene con quien festejar. En ese instante, un grupo de jóvenes le pide que los lleve a una fiesta, en un primer momento
Alfie se niega pero, al ver a Nikki, una de las jóvenes del grupo, cambia de opinión. Más tarde, el protagonista le propone
a la muchacha que se vaya a vivir con él, hecho importante de destacar ya que, una de las "reglas" de Alfie es no llevar mujeres
a su departamento. Al principio, la relación parece funcionar pero luego Nikki muestra un aspecto de su personalidad que a
Alfie parece no agradarle, así es como el protagonista vuelve a su estilo de vida habitual, visitando a Liz y teniendo, también
con ella, relaciones sexuales. A partir de allí, se precipitan una cantidad de sucesos importantes que afectarán su vida:
se reencuentra con Julie, quien le presenta a su nueva pareja; encuentra a su jefe llorando porque lo dejó su mujer; visita
a Marlon y Lonette y allí se entera que no existió aborto alguno, conoce a su hijo y vive el desprecio de su amigo, quien
decide quedarse con Lonette y con el niño. Más tarde, vemos cómo Alfie intenta reorganizar su vida, compra flores para Liz
y se dirige a su departamento para proponerle comenzar una relación, pero la mujer se encontraba con otro hombre mucho más
joven que el protagonista, hecho que lo perturba significativamente.
Llegando
al final de la película, Alfie nuevamente solo, se pregunta qué hará de su vida ahora...
Análisis.
El film
tiene una característica particular, el personaje principal se dirige al espectador como si no hubiera una pantalla de por
medio. Nos muestra su vida en el mismo momento en que la está viviendo, nos cuenta lo que siente, lo que recuerda, lo que
piensa, etc. Es una historia contada en primera persona en donde hay un plus, el protagonista se dirige al público. Podríamos
considerar que es análogo a la manera en que un paciente cuenta a su terapeuta los sucesos de su vida.
El estilo
de vida que lleva Alfie no es, al principio, cuestionado por el personaje, no se pregunta por el lugar que ocupa respecto
a las mujeres, sino que se encuentra bien con esa vida, no existe preocupación alguna por la opinión de los demás. Esto estaría
relacionado con que la moral de Alfie no entra en discusión... por ahora. Podríamos agregar que su vida se guía a partir de
determinadas reglas: no llevar mujeres a su casa, no casarse, no comprometerse y, fundamentalmente, el único consejo que,
según él, le dio su padre: "Hijo, si conoces a una mujer preciosa recuerda que siempre hay un tipo harto de coger con ella",
esto es enunciado por él como "la filosofía de Alfie Elkins". Lo anterior daría cuenta de que Alfie no da lugar a que existan grietas en su vida, siguiendo enceguecido ese camino, le es imposible dejar entrever
alguna pista sobre su deseo. Esto es metafóricamente plasmado en la película en dos oportunidades. Cuando se encuentra a punto
de ingresar a un restaurante y, por determinadas circunstancias, no lo hace; paradójicamente, el lugar se llama Deseo. También,
se podría tener en cuenta, la manera en que Alfie se guía meticulosamente por "la palabra del día" aparecida en un calendario,
en contraposición a lo anteriormente dicho, respecto al deseo.
Lo hasta
aquí expuesto nos servirá para introducirnos al circuito de la responsabilidad, teniendo en cuenta que ser responsable es
ser un sujeto de quien se espera una respuesta, pero ésta no puede existir sin el pasaje obligatorio por la culpa.
Haciendo
referencia a los tiempos del circuito, podemos ubicar en el film un tiempo 1, donde Alfie lleva una conducta que persigue
ciertos fines y se agotan en sí mismos, esto lo podríamos conectar con las relaciones que tuvo con las diferentes mujeres
que conoció sin comprometerse con ninguna de ellas, esto estaría relacionado con los aspectos mencionados anteriormente respecto
a su estilo de vida.
Este tiempo
es resignificado por un tiempo 2, en donde ciertos indicadores de la realidad interpelan al sujeto. Los podemos ubicar en
tres situaciones. Cuando Alfie consulta al médico por una disfunción sexual, cuando se entera de que fue padre y es interpelado
por la mirada de su amigo y cuando Liz lo sustituye por un amante más joven. En la primera situación, Alfie culpabiliza a
Julie por su síntoma, a expensas de la proyección, quedando él desresponsabilizado de sus actos. Respecto a esto, Alfie nos
dice, refiriéndose a las mujeres, especialmente a Julie: "Si no te afectan de una manera, te afectan de otra". Posteriormente,
el protagonista se intenta responsabilizar moralmente, admitiría sus errores, intentando cambiar su estilo de vida. Al obtener
los resultados negativos respecto a la disfunción, Alfie no se interroga más allá de eso. En lugar de dar una respuesta como
sujeto de la responsabilidad, ésta le es otorgada desde afuera, por el médico. Podríamos decir que, ya que la intención de
cambiar su vida es consciente o deviene del yo, aparecerán repeticiones de ella sin modificación alguna, aunque, en un principio,
Alfie crea cambiarla. Ante tal interpelación de la realidad, el personaje podría haber tenido dos opciones: ahorrarse la angustia,
no interrogándose como lo hizo aquí o, como veremos en las siguientes situaciones, donde la angustia lo desborda y marca el
camino de la responsabilidad.
En la segunda
situación, Alfie se entera de que es padre y algo sucede en él, hay algo que lo sorprende. Adviene la culpa como respuesta
a la mirada interpelante de su amigo y esto resignificaría al tiempo 1, dando lugar hacia un posible tiempo 3. Si bien aparece
la negación como respuesta a esta interpelación cuando, después de lo sucedido, Alfie intenta rearmar su vida con Liz, ya
no puede hacer "oídos sordos" a esa interrogación que está por formularse, ya se pueden entrever grietas, por la aparición
de la angustia, en la "filosofía de Alfie Elkins". A diferencia de la situación anterior, aquí se presenta la angustia y la
culpa que marcan el camino hacia el deseo y la responsabilidad subjetiva.
En relación
a la tercer situación, la interpelación se produce cuando Liz sustituye a Alfie por un joven amante. A diferencia de las situaciones
anteriores, podemos decir que, aquí, el protagonista responde a la interpelación con una pregunta en relación a la responsabilidad
subjetiva, pudiendo habilitar un tiempo 3.
Luego de
esta interpelación, podríamos comenzar a vislumbrar una posición subjetiva diferente en Alfie o no, esto no lo sabemos, pero
podemos tener en cuenta lo que dice al finalizar el film, refiriéndose a todo lo que sostenía esa "filosofía de Alfie Elkins":
"Tengo un poco de dinero en mi bolsillo, ropa fina, un buen coche a mi disposición, y estoy soltero, sin compromiso, libre
como un pájaro, no dependo de nadie, nadie depende de mi. Es mi propia vida. Pero no tengo paz mental. Y si no tienes eso,
no tienes nada ¿Cuál es la solución? Es lo que yo me pregunto ¿De qué se trata todo?" Los dichos de Alfie podríamos pensarlos
como los de un paciente en sesión, que comienza a mostrarnos sus faltas, sus agujeros, su castración. Y es aquí donde podríamos
ver la desorganización de la moral en el advenimiento de la responsabilidad subjetiva, que es otro nombre del sujeto. Al hablar
de la existencia del sujeto, nos encontramos en una dimensión ética y el hablar de ella implica hablar de la noción de acto
en la que el sujeto se produce. Las faltas que empieza a mostrar Alfie son condiciones de este acto creador. Y, siguiendo
a Alejandro Ariel que nos dice: "cuando este sentimiento de vacío se adormece no hay creación, solo hay sobrevivencia", podríamos pensar que esto ocurre en las dos situaciones mencionadas al principio,
porque no se pone en juego la falta.
Cabría preguntarse
ahora ¿por qué el posible tiempo 3 podría advenir en la escena de la sustitución por un amante más joven? ¿Por qué en estas
circunstancias? ¿Por qué no advendría en la interpelación de la mirada de su amigo? En ambos casos, hay una mirada en juego.
En el caso de su amigo, aquella es explícita, se saben los motivos de ella y por eso, genera culpa en Alfie. Esta mirada se
sabe, es entendida por los protagonistas y por los espectadores. Distinta es la mirada que se pone en juego en la escena en
el departamento de Liz ¿A quién encuentra Alfie detrás de la puerta? Los espectadores esperan ver la imagen del joven amante
sustituto, pero se devuelve la imagen del rostro de Alfie. Teniendo en cuenta el camino hacia la responsabilidad subjetiva,
en vísperas de un posible cambio subjetivo ¿podemos pensar que Alfie se está mirando a sí mismo desde una posición diferente?
No sabemos qué, a quién o desde dónde está mirando, en este caso, solamente son los ojos de él los que miran.
También,
podríamos preguntarnos respecto de lo que Alfie le demanda a Liz, él reclama: "¿qué tiene él que no tenga yo?" ¿No se trataría
de una postura femenina en él? ¿No estaría ocupando él, ahora, el lugar de las mujeres con las que salía? ¿En qué se parecen
Alfie y Liz? ¿Ella no sería una versión femenina de él? ¿Alfie, al elegirla, se está eligiendo a sí mismo, ya que, para el
espectador, presentan características similares, no advertidas por él? ¿Es casual que Liz sea la mujer que le provoque, como
él menciona, el "golpe mortal"?
¿Qué es
lo que provoca angustia? ¿La sustitución de él por otro amante o la sustitución de una posición masculina por una femenina?
Siguiendo esta línea de pensamiento, podemos tomar en cuenta el hecho de que en una de las situaciones mencionadas, Alfie
es desplazado por una mujer y, en la otra, por un hombre.
Podríamos
preguntarnos ¿quién traiciona a quién en la escena del departamento de Liz? ¿Podemos pensar que la traición de ella da cuenta
de la traición de Alfie a su deseo? ¿Podríamos pensar que la traición de Liz pone a Alfie frente a su falta, desbaratando
su moral y advirtiendo que estaba traicionando su deseo? Quedarían
pendientes dos aspectos a desarrollar en relación con la determinación y el azar. Uno sería que las mujeres elegidas por Alfie
no son elegidas al azar, si no que están determinadas desde otro lugar. Podríamos suponer que se encontraría relacionado con
el padre, pero no podemos desarrollarlo porque no contamos con la información suficiente de su historia. El otro aspecto también
tendría que ver con el padre y de qué manera se le jugaría la paternidad a Alfie.
El ideal de la sexualidad masculina: ¿sexo o amor? Autor: Diana
Esther Medina Niembro
"Me suscribo a la filosofía europea Mis
prioridades se inclinan hacia el vino, las mujeres y -bueno, de hecho eso es todo- vino y mujeres. Aunque
mujeres y mujeres siempre es una opción divertida". Alfie Elkins
En nuestra cultura generalmente se hace referencia a la sexualidad masculina como símbolo de
virilidad y, por tanto, de poder. La masculinidad se relaciona con la competencia, el control, el pensamiento lógico y racional,
donde el éxito en el trabajo y la profesión son los principales indicadores de la misma. Luego entonces, la autoestima del
varón está basada en los logros obtenidos en la vida laboral y económica Los sentimientos, las emociones, la sensualidad,
la ternura, cualquier afecto que haga parecer al hombre como vulnerable son considerados femeninos y deben evitarse (Montesinos,
2002).En los últimos años ha llamado mi atención la cantidad de e-mails que circulan por Internet marcando la diferencia entre
hombres y mujeres, uno especialmente con una lista interminable de cualidades que un hombre necesita tener para complacer
a una mujer y, por otro lado lo que una mujer necesita para complacer a un hombre, una lista de sólo tres puntos: sexo, comida
y sexo. A lo largo de mi práctica clínica me he encontrado con varones de diversas edades que acuden a tratamiento por problemas
para el establecimiento de relaciones de pareja satisfactorias. Ha llamado mi atención una parte de su discurso que dedican
a describir los atributos físicos de una mujer –su rostro, sus senos, sus piernas y por sobre todas las cosas, sus glúteos,
aunque dicho sea de paso ninguna de estas son las palabras que utilizan mis pacientes-. Sin embargo, en otros momentos de
su relato, la contratransferencia que me despiertan estos hombres es de un inmenso deseo de apapacharlos porque se encuentran
solos, sin pareja, sin amigos, y francamente necesitados de afecto. En alguna ocasión me tocó escuchar el relato de una paciente
que en un viaje al extranjero fue abordada en el bar del hotel por un hombre de cerca de 40 años, a quien describió
como atractivo, inteligente, caballeroso que dedicó dos noches seguidas a seducirla y cuando finalmente ella accedió a acompañarlo
a su habitación, él dijo: "let's go up to cuddle". ¡¡¿Cuddle?!! Cuddle es una palabra inglesa que quiere decir abrazar; de
hecho el ejemplo que utiliza el diccionario de la Universidad de Oxford (1994) para explicar su significado es el siguiente:
"he fell asleep cuddling his teddy –es decir- se durmió abrazado a su osito" (p. 1013) Cuál fue la sorpresa de mi paciente,
quien esperaba tener una apasionante aventura sexual, cuando después de un breve intercambio de besos y caricias, el hombre
se quedó plácidamente dormido en sus brazos. Todo esto me ha llevado a pensar que este persistente despliegue del deseo sexual
masculino es sólo una forma defensiva de cubrir su necesidad de sentirse amados, de tener una relación de cercanía afectiva
con una mujer. Aunque me da la impresión de que para algunos varones, aquello que más desean también es lo que más temen:
la cercanía los aterroriza, pareciera que los coloca en una posición de vulnerabilidad que inconscientemente representa una
amenaza a su integridad psíquica. En palabras de David Gilmore (citado por Burín, 2000) "la rudeza e insensibilidad características
del machismo constituyen una protección para no dejar ver al niño tembloroso que albergan en su interior" (p. 83). Parte del
proceso de construcción de la identidad, ya sea masculina o femenina, es la diferenciación del objeto materno. Esto es,
la subjetividad se construye sobre aquello que nos aleja y nos distingue de mamá. Siendo la madre el primer objeto de amor,
los varones deberán cambiar no de objeto, pero sí de modelo de identificación: es decir, la imagen sobre la cual construyen
su ser. Así pues, la subjetividad masculina está basada en la diferenciación y el alejamiento de lo femenino; se construye
en oposición a la madre, a su feminidad y a su propia condición de bebé pasivo. De acuerdo con Burín (2000) un hombre basa
su masculinidad en tres pilares: que no es mujer, que no es bebé y que no es homosexual. Desde una perspectiva funcionalista,
"se puede decir que la masculinidad es la forma aprobada de ser varón en una sociedad determinada. Luego entonces, el ideal
masculino no es puramente psicogenético, sino que constituye un ideal impuesto culturalmente, al cual los hombres deben adecuarse
concuerden o no psicológicamente con él" (Gilmore, citado por Burín, 2000). Luego entonces, destaca Gilmore, los hombres también
sufren el tener que adecuarse al ideal viril. En 2004 el cine norteamericano nos deleitó nuevamente con la actuación de Jude
Law en el remake de una película estrenada originalmente en 1966, protagonizada entonces por Michael Caine, llamada
"Alfie, el irresistible seductor". En esta película se nos muestra a un hombre representante, desde mi perspectiva, del ideal
de la sexualidad masculina aún vigente en nuestra sociedad, ideal descrito elocuentemente con las siguientes palabras del
personaje: "Yo me suscribo a la filosofía europea, mis prioridades se inclinan hacia el vino, las mujeres y -bueno, de
hecho eso es todo- vino y mujeres. Aunque mujeres y mujeres siempre es una opción divertida" (la traducción es mía).
El ideal de la sexualidad masculina aquí representado viene acompañado por la pretensión de saber todo sobre el sexo y por
la obligación de tomar la iniciativa, lo cual implica sufrimiento y angustia, en la medida en que el ejercicio de la sexualidad
masculina, junto con la represión de la afectividad, está asociado al dominio y a su desempeño (performance) en la cama (Meler,
2000). Siedler (1997, citado por Meler 2000) considera que la vida de los varones se ha empobrecido debido al imperativo de
desconectarse de su cuerpo y de sus afectos. Alfie es un voluntarioso playboy que se niega a conformarse con la compañía de
una sola mujer. Un hombre atractivo, con estilo, seguro y desenvuelto, Alfie tiene a su disposición todo el abanico de mujeres
que le ofrece la ciudad de Nueva York. Sin embargo, cuando la relación con una mujer da tintes de volverse cercana, Alfie
hace acto de desaparición. Aunque conserva una relación con Julie, una madre soltera que describe como su semi, cuasi, medio
novia a quien solamente busca cuando siente deseos de ser apapachado. En el transcurso de la película Alfie tiene relaciones
sexuales con la novia de su mejor amigo, Julie lo abandona, tiene problemas de disfunción eréctil –lo cual lo hace quedar
muy mal con sus conquistas-, para finalmente encontrarse solo antes de la noche más terrible del año: Navidad. Época que en
palabras del personaje "siempre trae consigo aquellos familiares sentimientos festivos: desesperación, angustia, desesperanza"
(la traducción es mía). Su filosofía consiste en tener siempre una relación que lo acompañe durante las fiestas
de fin de año. Afortunadamente para él conoce a Nikki, un paquete irresistible. Cosa extraña, invita a Nikki a vivir
en su departamento hasta que llega el momento "oh oh", el momento en el que se da cuenta que esta mujer de formas exquisitas
es como la escultura de Afrodita, hermosa, pero dañada de una manera que no se nota hasta que uno se acerca demasiado. Finalmente,
Alfie se relaciona con una mujer más grande que él, interpretada por Susan Sarandon, quien después de un rato de diversión
lo cambia por un hombre aún más joven. "Un hombre más joven –dice Alfie- no lo vi venir. Quién hubiera
pensado que el golpe vendría de aquella mujer con la que me decidí a bajar la guardia" (la traducción es mía).
Alfie me parece un personaje representativo del tipo de hombre que me interesa describir en este trabajo, el hombre que, desde
mi punto de vista esconde, recubre o incluso confunde su necesidad de afecto con su deseo sexual. Como él mismo dice
hacia el final de la película cuando se ha quedado solo: "Como se habrán dado cuenta soy muy hábil para esconder mis sentimientos.
El asunto con los sentimientos es que tienen esta silenciosa manera de presentarse repentinamente cuando menos los esperas"
(la traducción es mía). Recientemente recibí a un hombre, adulto joven, quien acudió a consulta sumamente angustiado
porque su ex novia se iba a someter a una cirugía menor; a continuación, quebrada la voz en espasmódico llanto, explicó que
su madre había muerto, cuando él era pequeño, a consecuencia de una cirugía estética menor y que su último recuerdo de ella
era cuando se despidió de él antes de dirigirse al hospital. Luego de una pausa para tranquilizarse, me dijo que se había
dado cuenta de que todas las novias que había tenido, incluyendo la actual por supuesto, tenían un nombre que empezaba con
M –claro, pensé yo, con M de mamá-. Después de estas tres asociaciones seguidas como motivo de consulta, terminó diciéndome
que no entendía por qué estaba tan angustiado. De acuerdo con Andrés Gaitán (2006), la madre es objeto de dos tipos de vínculo:
uno primario, en tanto es el primer objeto de amor, fuente de bienestar, alimento y vida. Este vínculo es pregenital, asexuado
y está orientado predominantemente a la superviviencia. El segundo vínculo es edípico genital, diferenciado por género y está
orientado predominantemente hacía la procreación. Así pues, "las necesidades instintivas satisfechas por el primer vínculo
con la madre son diferentes a las necesidades relacionadas con la constelación edípica, estamos hablando de dos objetos
diferentes, aunque aparezcan asociados al mismo sujeto real". La madre, aunque yo más bien diría, la mujer. Desde
la perspectiva del psicoanálisis kleiniano, el infante participa activamente en la construcción del mundo interno que va a
desarrollar y que dará forma al núcleo de su vida psíquica, en tanto los instintos –de vida y de muerte, la sexualidad
y la agresión- se expresan siempre en las fantasías que se elaboran respecto de los objetos primarios. Estas fantasías estructuran
el mundo interno del sujeto así como la construcción subjetiva que hace de la realidad, es decir, sobre la percepción que
tiene del mundo que lo rodea y sobre su relación con ese mundo. Se puede decir entonces que el desarrollo ulterior del niño
depende del destino de su relación con la representación interna que se forme de su madre en tanto figura deseada, envidiada
y extremadamente poderosa (Temperley, 2000). "A juicio de Klein, el niño ve a la madre como una cornucopia, como la
fuente de lo más deseable, confortador, interesante y provocativo…" (idem, p172). Sin embargo el niño necesita retraer
las proyecciones que originalmente producen una percepción escindida de la madre, vista por un lado como figura ideal
y por el otro como malvada y persecutoria (Temperley, 2000) para poder integrar una representación de objeto predominantemente
bueno y susceptible de ser reparado. Esta es una dinámica que subsiste a lo largo de la vida, mientras el niño va creciendo
y enfrenta la exigencia social de separase de la madre, que si bien es necesaria para la construcción de la identidad, le
implica la negación de su necesidad de dependencia y afecto, y el abandono de la fantasía de control psíquico omnipotente
sobre la pareja parental. Así pues, el niño debe aceptar su posición en una situación triangular donde queda al margen de
la relación entre sus padres, con reconocimiento de la diferencia sexual y generacional. ¿Cómo se manifiesta esta dinámica
en la relación de pareja? La constitución de la pareja es un proceso complejo, con fracasos y extravíos, donde el reconocimiento
de la diferencia sexual y la renuncia a la omnipotenia infantil implican el establecimiento de una falta que en la vida adulta
se pretende colmar con el amor de pareja. La relación entre un hombre y una mujer es un espacio donde se entrecruzan el amor
y el deseo, un espacio cuyo principal desafío es encontrar un equilibro entre la libido narcisista y la libido objetal (edípica).
La patología surge entonces cuando se ama sin deseo o se desea sin amar (Milmaniene, 1998) como es el caso de Alfie
Elkins. Sin embargo, la fusión que procura el amor es muy sensible a cualquier catástrofe ya que la presencia de la más mínima
fisura delata que uno no se recubre totalmente en y con el otro, en la medida en que algo escapa a mi apropiación identificatoria.
Por eso cuando la más mínima actitud del otro, dígase la mujer, revela su libertad, el varón se siente perdido para siempre...
ello sume al sujeto en la desesperación porque le recuerda que el abandono de la madre es factible y que siempre persiste
la amenaza de la temida separación –tercero mediante (Milmaniene, 1998). La constitución de la pareja implica
el establecimiento de un vínculo que reconozca la libertad del sujeto y que a la vez respete al otro en su irreductible diferencia.
Una relación que no implique sumisión ni sometimiento y que permita desplegar los roles sexuales en su oposición diferencial,
así como abrir el camino para la asunción de las funciones parentales (Milmaniene, 1998). "La reivindicación del deseo personal
más allá del cumplimiento con el imperativo viril es una consigna que unifica a los defensores de la nueva masculinidad" (Meler
2000, p165). Una masculinidad donde puedan asumirse como seres humanos integrales a través del reconocimiento de sus vivencias,
emociones, experiencias… sin arrogancia, sin colocarse por encima de los demás, de manera que puedan explorar sus capacidades
afectivas, prestando mayor atención a su mundo interno, para encontrar aquello que los haga sentir bien con ellos mismos,
sin necesidad de devaluar y agredir a los demás -particularmente a las mujeres- y que al mismo tiempo les permita valorarse
y mostrar sus afectos sin temor, para que desde su ser hombres puedan establecer vínculos afectivos más fuertes y más cercanos
(Briseño, 2006). No obstante, ello implica asumir responsabilidad sobre las fantasías, sentimientos, pensamientos que caracterizan
a cada sujeto en su singular patología narcisista, ya que sólo sobre la base de un proceso de diferenciación lo suficientemente
consolidado podrá el varón reconocer su necesidad de dependencia y de afecto, sin sentirse amenazado por la cercanía con el
objeto. En otras palabras, el hombre adulto tiene que enfrentar y elaborar los temores infantiles que le despierta la relación
de dependencia temprana con el objeto materno, entre los cuales yo destacaría tres: uno, el temor al reengolfamiento y la
fusión (angustia de muerte); dos, la culpa por separarse y abandonar a la madre y; tres, el enojo porque al final la madre
no lo necesita, puede vivir sin él. Ahora bien, independientemente de las características de la madre real que favorezcan
o no el proceso de separación-individuación, el hombre adulto tendrá oportunidad de establecer relaciones de pareja más satisfactorias
en la medida en que haya elaborado la relación con su imago materna, entendiendo que la madre real y la representación interna
de la misma son distintas. Esto lo deja con la responsabilidad de que dicha representación es solamente suya y, por ende,
las emociones, pensamientos y sentimientos contradictorios a veces, en relación con sus imagos internalizadas también
son solamente suyos. Este reconocimiento le permitirá construir una subjetividad basada en su experiencia personal, tomando
en cuenta el hecho de que ya no es mas un bebé, y que por lo tanto tiene la capacidad de cuidar de sí mismo, de tener sentimientos
y pensamientos propios que lo distinguen no sólo de los padres, sino de otros varones. Así pues, podrá aproximarse a la relación
con una mujer, con el conocimiento y la confianza en sí mismo necesarios para vincularse en una circunstancia de igualdad,
reciprocidad y de respeto a sus diferencias, sin necesidad de que la mujer le demuestre o le confirme constantemente que lo
quiere o lo necesita. Este breve ensayo sobre la subjetividad masculina solamente destaca el manejo que de los afectos realiza
el varón en la construcción de su identidad, sobre todo en relación con sus objetos internalizados. Uno de los motivos que
me llevó a escribir este ensayo era tratar de entender cómo es que seres tan adorables cuando niños –tan libres para
demostrar sus afectos- crecen para convertirse en adultos indiferentes, egoístas y en ocasiones en verdaderos patanes. Claro,
aquí cabría recordar un capítulo de la serie norteamericana Sienfield, donde en el monólogo final Jerry Sienfield hace referencia
a estos hombres con las siguientes palabras: "es que los hombres no sabemos expresar nuestras emociones y entonces cuando
vamos por la calle y vemos a una mujer que nos atrae, lo primero que se nos ocurre es tocar la bocina del coche y gritarle
alguna estupidez como: "mamacita". Y las mujeres se ofenden y tienen razón porque realmente somos muy groseros, pero por favor
entiendan que a nosotros no nos enseñaron a expresar nuestras emociones y no sabemos cómo se hace eso… (la traducción
es mía). Finalmente, he de señalar que hay otros aspectos relacionados con el psiquismo, la sexualidad, el poder y la cultura
que de modo colectivo contribuyen a la construcción del ideal masculino. Para una comprensión más completa sobre el tema me
permito recomendar el libro que sobre género y subjetividad masculina han escrito Mabel Burín e Irene Meler (2000) intitulado
"Varones". Así mismo, están "Las rutas de la masculinidad" y "Perfiles de la masculinidad", de Rafael Montesinos que presenta
los desafíos actuales de la construcción social de la identidad masculina desde la perspectiva de las ciencias sociales en
nuestro país. Este es sólo un breve ensayo sobre aquellos hombres que, desde mi punto de vista, le tienen miedo a la mujer
que no les tiene miedo, que quizá no los necesita, pero que quiere compartir y disfrutar con ellos su experiencia de vida.
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